Cine por la libertad | | 2017 | 7min | Cortometraje premiado

En una misteriosa habitación roja, una joven madre china debe elegir entre su corazón y su alma cuando cae en las garras de un sádico médico comunista. Basada en hechos reales, Ravage ahonda en la oscura realidad del historial homicida de China en materia de derechos humanos y revela un crimen impensable.

Dirigida por: Leon Lee / Protagonistas: Anastasia Lin


En el cortometraje Ravage, la policía china y personal médico mutilan a una mujer para vender sus órganos a pacientes de trasplantes involuntarios. Y resulta que no es su primera víctima. ¿Cómo puede ser cierta una escena así? Si hay algo más aterrador que esta película de ficción, son los asombrosos hechos que hay detrás.

En 2009, salió a la luz un valiente testigo que quería limpiar su conciencia. El guardia armado estuvo presente en una intervención quirúrgica el 9 de abril de 2002, en un quirófano de la 15ª planta del Hospital General del Mando Militar de Shenyang. Estaba apostado en la habitación mientras dos médicos militares extraían órganos a una mujer sin administrarle anestesia. La víctima era una profesora de secundaria de unos 30 años detenida por practicar Falun Gong, una práctica espiritual prohibida desde 1999 por el Partido Comunista Chino. Antes de que los médicos la mataran, había sido sometida durante un mes a graves torturas, lavados de cerebro, acoso sexual y violación. Las escenas de la película Ravage son una representación atenuada del testimonio del guardia.

“Pueden matarme a mí, una persona, pero ¿pueden matarnos a millones?”– últimas palabras de la víctima

Cuando empezaron a aparecer relatos de inmigrantes y refugiados chinos que describían la extracción de órganos a personas inocentes sin anestesia y el beneficio obtenido para llenar los bolsillos de funcionarios del gobierno chino, poca gente se tomó en serio esos relatos. Pero académicos e investigadores independientes se pusieron a investigar si las afirmaciones eran ciertas. Un análisis exhaustivo concluyó que, por desgracia, sí, los cristianos domiciliarios, los uigures, los tibetanos y, especialmente, los practicantes de Falun Gong son las víctimas de un crimen contra la humanidad sin precedentes y en curso que comenzó en 2000. Lo que el guardia de la película declaró haber visto era sólo la punta del iceberg.